Recuerdo de niña que mi madre en algunas ocasiones cuando soñaba con ideas fantasiosas me decía «tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe», cómo en el cuento de: La Lechera.
Había una vez una niña, hija única de unos granjeros que no podían ir siempre todos los días la mercado. Un día, su madre le dijo: «Hija lleva este cántaro de leche recién ordeñada para venderla».
A la vez que sus pasos seguían su camino ella no dejaba de pensar en
todo lo que podría comprar con la venta de su leche:
_Compraré una cabra.
_¡No!. Compraré un potrillo, ¡no!, mejor un burro, o una mula.
_ ¡No!, mejor compraré una vaca y un ternero para que nos den más leche para vender en el mercado y compraré una granja mas grande!!
La lechera, emocionada por sus sueños de grandeza, empezó a caminar más deprisa para llegar cuanto antes al mercado, iba tan rápida que no vio una piedra en su camino. La pobre lechera tropezó con ella y el cántaro se cayo de sus manos rompiéndose.
¡Adiós granja nueva, adiós vaca y ternero, adiós cerdito, adiós pollitos y huevos!.
La muchacha preguntándose qué iba a hacer, cogió los restos del cántaro y volvió a su casa llorando para explicar lo que le había sucedido.
Su madre, que ya la estaba esperando, la recibió con una sonrisa y fuerte abrazo diciéndola: <<No te preocupes, mañana ya volveremos a ir al mercado a vender otro cántaro de leche>>
El texto de este cuento está basado en una fábula de Félix María de Samaniego