Alguna vez mi hermano y yo decíamos pequeñas mentiras, y nuestra madre nos repetía: «Antes se coge a un mentiroso que a un cojo».
Y, ahora escuchad atentos la historia de lo que le ocurrió a un pastor por mentir:
Había una vez un joven pastor que estaba cuidando su rebaño en el monte.
Un día decidió divertirse asustando a los labradores que se hallaban en las cercanías y comenzó a gritar:
—¡El lobo! ¡El lobo! ¡Socorro! ¡Un lobo ataca mis corderos!.
Los labradores dejaron sus tareas y corrieron a ayudarle. Cuando vieron que no era cierto, y que el niño se había burlado de ellos, volvieron a su trabajo.
Poco tiempo después, el muchacho volvió a hacer lo mismo y nuevamente los aldeanos llegaron corriendo, pero se dieron cuenta de que sólo lo hacía para reírse de ellos.
Pero sucedió que un día un lobo entró de verdad en el corral y empezó a matar a los corderos. Esta vez, el niño, muy asustado, corrió en busca de ayuda gritando:
—¡El lobo! ¡El lobo! —gritó—. ¡Un lobo ataca mi rebaño! ¡Socorro!.
Pero por más que gritaba, los labradores no se movieron, pues pensaron que era otra de sus bromas.
Y así fue como el pastorcito perdió todas sus ovejas.
Nadie cree a los mentirosos, ni siquiera cuando dicen la verdad.
Esta fábula atribuida a Esopo se relaciona con la historia de «Pedro y el lobo» por referencia al cuento musical de Segéi Prokófiev
También conocido y editado con el nombre de «Juan y el lobo».